Tres décadas después, una escena sigue marcando el inicio más impactante del cine
30 de abril de 2025
Cuando una película logra dejar huella en apenas una secuencia inicial, es porque estamos ante algo fuera de lo común. Hace 30 años, el cine vivió uno de esos momentos irrepetibles.

Corría 1994 y el cine estaba a punto de presenciar una de las aperturas más memorables de la historia. Una escena bastó para que tanto público como crítica coincidieran: aquello era una obra maestra. Treinta años después, esa primera secuencia sigue siendo referencia obligada, estudiada en escuelas de cine y replicada como inspiración en nuevas producciones.
La película en cuestión, aunque no se menciona aquí su nombre, fue dirigida por uno de los cineastas más influyentes de su generación y marcó un antes y un después en el género al que pertenecía. La apertura, conocida por su tensión dramática y construcción perfecta, logró captar atención y establecer el tono de toda la historia en cuestión de minutos. “La clave fue sorprender desde el primer segundo, sin que el espectador pudiera anticipar lo que iba a suceder”, afirmó su director en una entrevista años después.
No es de extrañar que la escena haya sido objeto de múltiples análisis. Desde el uso innovador de la música hasta el manejo del montaje, la secuencia ha sido elogiada por cineastas de todo el mundo. Quentin Tarantino, conocido amante de los inicios potentes, mencionó en una ocasión: “Una película debe atrapar al espectador desde el primer fotograma, y esta lo consiguió como pocas”.
A lo largo de estos 30 años, la influencia de esa apertura ha trascendido incluso al lenguaje popular, con frases y planos que se mantienen vivos en la memoria colectiva. Las redes sociales, nostálgicas, han recordado esta semana la genialidad de aquel arranque. Volver a ver esa escena es recordar por qué amamos el cine: la magia de una historia bien contada desde el primer instante.